Mensajes para Marcos Tadeu Teixeira en Jacareí SP, Brasil
domingo, 28 de febrero de 2016
Mensaje de María Santísima

(María Santísima): Mis queridos hijos, hoy os invito de nuevo a orar con amor. Estáis lejos de la oración con amor y mucho más lejos de la santidad.
En este santo tiempo de penitencia y conversión debéis abrir cada vez más vuestro corazón a Dios mediante la oración con el corazón, buscando orar siempre más y mejor con amor, concentración, profundidad, amor y sed de Dios.
Si rezáis así, vuestra oración estará viva y os llevará realmente al cambio interior, a ser mejores personas, a superar la pereza, a superar la timidez espiritual, a superar el apego a vuestras opiniones, a vuestra voluntad y a vuestros juicios. También tendréis la fuerza interior para renunciar al autogobierno, a la rebeldía tan característica de vuestra generación, y verdaderamente, podréis dar a Dios el verdadero «sí», el «sí» definitivo, el «sí» total, la entrega total de vosotros mismos a Él, para cumplir Su voluntad y la Mía siempre allí donde estéis.
Comprended, hijitos, que sin orar perfectamente con el corazón y con amor, nunca podréis comprender lo que necesitáis para ser santos. Nunca podréis ver vuestros propios defectos, vuestra pereza, vuestra timidez espiritual, vuestro apego a vuestras voluntades, vuestras opiniones y vuestra forma de juzgar. Y nunca serás verdaderamente libre, libre para hacer la voluntad de Dios con perfección, como Él quiere.
Intenta hacer el lema de mi Geraldo Majella, tu lema: 'Aquí se hace la voluntad de Dios como Él quiere, cuando Él quiere y como Él quiere'. ¿Y cómo hacía mi Geraldo Majella esta voluntad? Renunciando siempre a su voluntad, a sus opiniones, a sus juicios. Ni siquiera en las oraciones y ejercicios espirituales hacía lo que quería, cuando quería o como quería. Siempre hacía lo que le dictaba su superior o la regla, por lo que siempre hacía la voluntad de Dios y nunca la suya propia.
Por eso se hizo santo en tan poco tiempo, porque aprendió a rezar bien con el corazón, a meditar profundamente. Y entonces comprendió que sólo podía ser un verdadero santo, el que renuncia a su voluntad, a su opinión, a su voluntad en todo momento, incluso en las cosas espirituales, para hacer la voluntad de Dios que está expresada por su Palabra, por su Ley de Amor, por los superiores que a veces la hacen contigo, contigo, y también por las mociones de su Gracia.
Y aquí esta voluntad de Dios se te manifiesta directamente del Altísimo a través de Mí, que soy tu Superior y tu Maestro. Aquí os digo cómo y cuándo orar, qué meditar, cómo proceder, cómo caminar.
Si eres dócil a Mi Voz crecerás rápidamente en santidad, como creció Mi Geraldo. Cuando estaba enfermo comprendió que lo que Dios quería de él, la voluntad de Dios para él, era que le sirviera no ya con oraciones públicas, con consejos y con limosnas, sino en su lecho de dolor ofreciendo su sufrimiento a Dios por la salvación de los pecadores. Y así, en paz, sufrió todos los días de su vida hasta el día en que vine a llevármelo al Cielo Conmigo. Así, los santos se santificaban fácilmente haciendo la voluntad de Dios como Él quería, en la hora que Él quería. Y cuando Él les enviaba el sufrimiento, ellos también reconocían en Él la voluntad de Dios para aquel momento.
Que vosotros también seáis como estos hijitos y que os preparéis convirtiéndoos cada día más y buscando la santidad y la perfección, porque los tres días de tinieblas están muy cerca. Y en esos días muchos gritarán ¡Señor, Señor, sálvanos! Pero ya será demasiado tarde, porque el tiempo dado por Dios para la conversión del mundo y para que el mundo vuelva a Él por el camino de la oración, del cambio de vida, de la conversión, de las virtudes, ya habrá terminado.
Entonces los demonios se apoderarán de sus presas en una caza feroz y se llevarán sus almas directamente al infierno, donde sufrirán por toda la eternidad.
¡No seáis vosotros el número de estos desgraciados, hijos míos! No descuidéis la oración y el sacrificio, porque si lo hacéis inmediatamente el enemigo se apoderará de vuestras almas e imprimirá en ellas su marca, el seiscientos sesenta y seis, el 666. Y entonces, hijos míos, tomará posesión de vuestros espíritus y os llevará un día con él a las llamas eternas, donde os torturará por toda la eternidad.
No descuidéis la oración y la penitencia, pues quien lo haga morirá eternamente.
Os bendigo a todos con amor desde Lourdes, Fátima y Jacari».
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