Mis queridos hijos,
Quiero que seáis completamente Míos, en vuestros pensamientos, palabras y acciones. Que todo lo que hagáis siempre esté dirigido hacia Mí, para Mí y con Mí. Os pido esto como un Padre que habla a su hijo ante el peligro; grande o pequeño, los padres siempre temen por sus hijos.
Hay dos peligros que os preceden: el peligro al alma y el peligro al cuerpo. Ambos son importantes, aunque el peligro al alma es mayor porque es inmortal. Mis hijos, sois tantos los que estáis en grave peligro: la sociedad en la que vivís actualmente es mortal; la inmoralidad, la violencia, la irresponsabilidad e individualismo son las señas de vuestro siglo y vosotros sois sus víctimas mientras a la vez sois sus propagadores.
Muchos de vosotros sois adultos o jóvenes adultos, y os sentís atraídos, pese a vosotros mismos, a vivir como la sociedad en que estáis inmersos; no podría ser de otra manera. Adoptáis ciertas modas que en tiempos antiguos se habrían considerado immodestas, inapropiadas e indecorosas. En aquellos tiempos pasados, ¿eran los cristianos aburridos, sin cerebro o puritanos? No, mis queridos hijos, simplemente eran sanos de cuerpo y mente, mientras que quienes no lo eran entre ellos eran considerados impropios para la sociedad.
Hoy en día las mentes están tan evolucionadas que aceptan casi todo. Ya no hay moralidad pública, y aquellos que no se adaptan a estas modas ya no están de moda.
La religión católica cada vez más destaca como un freno a tendencias libertarias, y para atacarla mejor, estas tendencias se adornan con falsas virtudes para fomentar todas las causas que la dañan. Todo vocabulario es permitido para denigrar la virtud, ridiculizarla, y el diablo es muy fuerte insultando, burlándose, mintiendo y aplastando. El diablo actualmente es el amo del mundo, y pocos países no han caído bajo su dominio.
Hijos míos, sed lúcidos, valientes, hijos fieles de la religión católica como yo os lo he enseñado y como mi esposa, la Santa Iglesia, siempre lo ha enseñado desde mis Apóstoles. Mi doctrina no puede cambiar y nunca cambiará. Si los hombres la cambian, me traicionan, pero su traición jamás hará que mi Palabra cambie.
Desde lo alto de mi Cruz, di a Juan, mi discípulo amado, a Mi Madre, y por medio de él se la di a toda la humanidad. Mi Madre, como Inmaculada, tiene todas las virtudes, todas las cualidades y todos los títulos que le corresponden. A los pies de la Cruz, estuvo totalmente asociada con la Redención de la humanidad; ella se olvidó de sí misma así como yo me olvidé de mí mismo. Solo pensé en los hombres por quienes me estaba sacrificando, para la redención de todos los pecadores, y mi Madre sufrió conmigo, tomó sobre sí todo mi sufrimiento, una espada de dolor traspasó su corazón y alma, y ella me ofreció a Dios tal como yo me ofrecí a Él para reparar todos los pecados del mundo.
Mi Madre se asoció tanto con Mi Ministerio que llegó a ser la Reina de los Ángeles, la Reina del Cielo y de la tierra, la asociada de Dios, así como toda madre de familia es la amada asociada del padre de la familia. Al asumir el papel, la tarea, la responsabilidad de ser Madre de Dios Hijo, se convirtió en asistente de Dios, y todo lo que Él hizo, ella asumió, tomó co-responsabilidad. Ha sido realmente la Madre de la humanidad desde aquel Viernes Santo, tan grande e indeleble para la humanidad. Se volvió co-responsable, co-redentora, mediadora de toda gracia y tan necesaria a cada ser humano, tan amorosa, tan cercana, intercediendo por ellos en todo momento y siempre.
A través de mi amor por María, por su maternidad, por su fidelidad, por su compromiso inalterable, la he adornado con todas las virtudes, todos los títulos, toda grandeza; se merece todo. Le he dado estos títulos para siempre, y aunque cambien los hombres, si cambia su mentalidad, si cambian sus tiempos, los títulos de Mi Madre permanecen; no cambian.
Ella es mi Madre por la eternidad. Yo soy Dios, por lo tanto Ella es Madre de Dios por la eternidad. Tiene todos los títulos para siempre. Es Madre de la Iglesia mientras dure la Iglesia, es decir, hasta el fin del mundo. Es Madre de la humanidad, que le debe el más profundo respeto, y quien la desprecie o limite será objeto de mi ira.
Reza a María, Reina del Cielo y de la Tierra,
En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo †. Amén.
Tu Señor y tu Dios
Fuente: ➥ SrBeghe.blog